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Mujer ¿se nace o se llega a serlo?

Ahora sí, vamos al lado oscuro que hoy ocupa a muchas feministas. Deseo aclarar que es poco lo que me importa ser incómoda. Esto va de unas reflexiones que me impone un debate público que aun no entiendo, así que escribo estas líneas para aclararme yo y de repente ayudar a otras, otros y otres en esta reflexión. Por eso, comencemos  haciendo un poquitín de  historia. 

Hoy el tema de la identidad está de moda en el mundo. Escuchando a Rosa María Rodríguez Magda logré un poco, sólo un poco, poner mis ideas en orden sobre cuál es la sujeta política del feminismo. Así que espero que me tengan paciencia, pues aún no es un tema que siento cerrado en mis pareceres. Por un lado, creo que tenemos que preguntarnos qué son los feminismos. Según Wikipedia,  que define al feminismo en singular, dicen que: “El  feminismo es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres,​ y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres, además de una teoría social y política”. Y la RAE nos dice: “Del fr. féminisme, y este del lat. femĭna ‘mujer’ y el fr. -isme ‘-ismo’. 1. m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. 2. m. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”.  

Concuerdo pues, con la enciclopedia de estos días mucho más que con la RAE, pero bueno, sabemos cómo son los de la Real -tanto, tanto- que a las feministas no nos quieren ni un poquito, mucho menos querrán a los feminismos,  así que  ya no sé ni para qué los cito; como sea, vayamos analizando la cosa de a poco. Este par de conceptualizaciones nos dejan claro que la disputa del feminismo se planta en la búsqueda de igualar derechos entre mujeres y hombres, por lo que inferimos que existen desigualdades reconocidas por todas, todos y todes en este sentido. 

Es justo aquí que nos damos cuenta de que el debate está entonces, no en qué son los feminismos, sino en quiénes somos las mujeres, es decir, se centra realmente en torno a nuestra identidad. Mas sin embargo, si haces el ejercicio de salir a la calle, a cualquier esquina de cualquier pueblo o ciudad y le preguntas a una mujer, ¿Eres mujer? Seguro te va a mirar como una bicha, bicho o biche raro. Para nosotras, las campesinas, las obreras, las amas de casa, las madres, las lesbianas, las niñas o las jóvenes de a pie, está clarísimo que somos mujeres. ¿Entonces por qué debemos plantearnos la pregunta qué es ser mujer si las mujeres mismas, sea cual sea nuestra orientación sexual, lo tenemos claro? Imagino que esto tiene que ver más con la necesidad de resignificar el término, más desde los movimientos de personas trans femeninas que desde las mismas mujeres. Es así como entonces, las mujeres pasamos a ser “mujeres cis” o “cuerpos gestantes”. A mi que me perdonen, nada tengo en contra de las personas que deciden transitar de un género a otro u otros, de hecho no sólo lo entiendo sino que les acompaño en su lucha, la cual está demás decir, me parece justa y necesaria, pero yo  soy mujer. Simple, llano y sin ninguna otra cosa. Mujer.

Cierto es que el sistema que nos oprime es el mismo: El Patriarcado, pero eso no significa que nuestras agendas se crucen siempre o sean la misma. Las mujeres, desde el mismo día que nacemos, somos altamente vulnerables en un sistema que privilegia a los hombres. Y esto no ocurre, sino porque así es el orden social y cultural impuesto. Pero qué tiene que ver el género en esto, pues a mi modo de ver, desde hace más de 30 años, se viene resignificando el término, a voluntad de quienes lo acuñan, para una u otra cosa. 

Cabe entonces retroceder en la historia: Nos cuenta Rosa María Rodríguez Magda en su libro “La Mujer Molesta” que la identidad de las personas ha sido medida bajo parámetros distintos a lo largo de la historia. Antes muy antes, la identidad estaba determinada por el alma, es así como el alma  era la que te daba una identidad u otra. Recordemos pues, “Las polémicas de Valladolid” suceso histórico ocurrido en 1550, en el que Carlos V convocó a Bartolomé de las Casas, por un lado, y a Juan Ginés de Sepúlveda, por el otro, para debatir y decidir si las y los indígenas tenían alma. ¿Cuál era la diferencia? Pues que, si tenían alma, no podían ser esclavizados como lo eran las personas negras africanas, sino que entonces tenían derecho a ser evangelizados. La cosa era pues distinta; ahora bien, que esa evangelización fuera a espadazo limpio es ya harina de otro costal. Lo que sí es que esto nos recuerda que la identidad estaba marcada por el alma, el reconocimiento que diera la iglesia, la monarquía y cuanto hombre blanco estuviera cerca  o lejos, y por lo tanto por las creencias religiosas que tuvieras o que te fueran impuestas. 

Y llegó Freud al panorama del pensamiento, cambiando completamente la visión de la identidad y puso el centro de la misma en el sexo. Ya no era el alma sino el cuerpo el que determinará la  identidad de una persona. Muchas, muchos y muches me dirán que esto era así desde hace bastante tiempo, y concuerdo, pues sino las mujeres no hubiésemos sufrido desigualdades sin parangón antes de Freud; pero lo que sí es cierto también, es que es Freud quien definitivamente lleva la identidad  al plano del corporal, eso es innegable.

Por otro lado, las feministas teníamos ya años en eso de que el sexo y el género eran conceptos distintos. Recordemos pues, la famosa frase de Simone de Beauvoir: “No se nace mujer: se llega a serlo”. Beauvoir comienza así un camino que, considero a esta altura del partido, debemos revisar. 

Lo primero es ver qué es el sexo y qué es el género. Sexo no es sólo eso que las chamas, los chamos y les chames llaman “el delicioso”, sino que “es esas caracteristicas peculiares que definen dentro de una especia quienes son masculinos y quienes femeninos, haciendo posible la reproducción de dicha especie” 20 en biología, y el género eso si es más complicado, podemos decir que “se refiere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres”. Hasta ahora, clarito como el agua, uno es el que te da la biología misma y por lo tanto nacemos así,  y el otro es el que te impone la sociedad. 

Entonces, no siempre el sexo determina el género de una persona, aunque la mayoría de las veces sí lo haga; por lo tanto, una persona que nació siendo de sexo femenino puede que no sea de género mujer, sino hombre o no definido o como sea.

Pero cuando la ilustre francesa de los amores de muchas plasmó esa frase en su famoso libro, no creo que se refiriera a las personas que no se sienten cómodas manteniendo el género que les impone la sociedad por el sexo con el que nacieron, se refería más a que las mujeres tenemos las actitudes y comportamientos que nos asigna la sociedad, respondiendo a un orden social que se nos enseña desde el momento mismo que nacemos,   porque hemos nacido con vagina. 

La identidad, concentrémonos. La identidad en algún punto de la historia reciente pasó entonces de la que nos asigna el sexo (Freud) a cómo reconocemos nuestro género, es decir que ya nadie decide qué somos, sino que nuestra identidad empezamos a autoreconocerla. Ya no depende de cómo te vean las, los, les demás sino que está determinada en cómo cada una, uno y une se vea a sí misma, mismo, misme.

Todo eso pareciera estar muy bien o por lo menos hasta aquí yo estoy de acuerdo. Mas sin embargo, llegan entonces esas noticias locas que no ocurren en la esquina de mi casa y puedo asegurar que tampoco de la tuya. “movimiento de pedófilos que desean ser admitidos como una nueva orientación sexual”, o esa otra en la que un hombre de 52 años fue adoptado por una familia porque se autoreconoce como una niña de 6 años. Entonces, una llega a preguntarse pero hasta dónde puede llegar el autoreconocimento, podemos entonces considerarnos perros y por lo tanto ser tratados como perros, ¿podemos autreconocernos como cualquier cosa, animal, género y pare usted de contar?. Pues si, sólo debemos poner algunos límites. ¿Cuál sería para mi un límite infranqueable?  Que el reconocimiento que hace cada quien de sí misma, mismo o misme no le de derecho a hacerle daño a nadie y mucho menos a las niñas, niños y niñes.

Pero, en honor a la verdad, no tengo problema con la forma como se autoreconozca cada quien. Yo soy mujer, nací mujer y estoy cómoda siendo mujer, me encanta ser mujer. Ya dicho todo esto y en el entendido que a mi, por lo menos, no me molesta el autoreconocimiento como la forma de determinar la  identidad, sigamos. Por eso creo que el tema del género también debemos superarlo e ir pasando al postgénero.

Pero hete aquí que, el autoreconocimiento como manera de determinar la identidad de las personas no acaba con el patriarcado, y a mi no me oprime la identidad de nadie, a mi, como a todas las mujeres nos oprime es el patriarcado. EL PATRIARCADO, ese que funciona en todas las sociedades del mundo, ese que mantiene la idea de familia biológica viva como la célula  de la sociedad, ese que aún esclaviza los úteros de las mujeres, que considera a mi cuerpo como una vasija y continúa objetivizando  el de todas mis hermanas. Ese que es tan arrecho que mata a miles de mujeres en el mundo cada mes, cada año, cada día en nombre de las buenas costumbres, de la religión tal o cual,  y que hace que ser mujer sea más peligroso que ser parte de la primera línea de un ejército en guerra.

Para derrotar al patriarcado, las feministas hemos luchado más de 150 años en masa, hemos logrado algunas cosas en cuanto a nuestros derechos, pero poco en la batalla por el cambio cultural y estructural que nos permitirá ser libres. Una de esas luchas, por lo menos de las hispanoparlantes es la del lenguaje. Hace ya unas décadas comenzamos a intentar que se popularizara por lo menos entre la gente,  el uso del plural femenino para nombrar a las mujeres cuando se hablara de mujeres y hombres y que no se nos incluyera en el plural masculino. Esto con el objetivo de ser nombradas y que por lo menos, se reconociera de esta forma nuestra existencia. Pues, lo que no se nombra no existe, y la palabra tiene un poder importante en cómo concebimos el mundo. 

Desde los 80 para acá, la teoría queer ha venido avanzando,  entonces elles tampoco se sentían incluídes ni en el plural femenino ni en el plural masculino, pasamos entonces por la @ y luego por la x, de manera de poder nombrar a todas, todos y todes. Ninguna de las dos formas tuvo éxito, primero porque se podían usar para la escritura pero no había manera de decirlas, claro eso tuvo que ver esencialmente con que fueron unas maneras de nombrarles que nacieron de la necesidad de las imprentas de ahorrar teletipos o de las, los y les escritores por eso que llaman la economía del lenguaje. Lo cierto, para no hacer este cuento más largo, es que  a alguien se le ocurrió el uso de la “e”, en vez de decir “nosotras” o “nosotros” o los dos si hablamos de personas como un todo en el que se incluye a quienes conformamos la sociedad, podemos decir: “nosotras, nosotros y nosotres”, con lo que si, no estaré de acuerdo, es que el plural pase a ser solamente con la “e”, pues ahí nada habremos hecho, ya no nos invisibilizarían a través del masculino plural sino del neutro plural, pero entiendo que esa no es la idea, por lo tanto quedo contenta y me parece que el uso de los tres deja bastante saldado el tema. Bueno, un poco, porque si lo que escribimos debe escribirse en tan sólo 280 caracteres, pues de seguro que importa. Detalles, simples detalles que irán resolviéndose en el camino.

Yo no sé quién fue primero, si la gallina o el huevo. Digo esto porque se ha levantado todo un revuelo entre feministas y la comunidad trans con el tema de ser mujer, y volvemos al principio, ¿qué es ser mujer? ¿Ser mujer es autoreconocerse mujer o es haber nacido mujer? Y voy a decirles la verdad, si pensaban que iban a encontrar la respuesta aquí, pues vayan sabiendo que no, porque no tengo ni la menor idea. Pero podemos pensarlo juntas, juntos y juntes.

Por un lado, entiendo perfectamente el argumento de algunas feministas que dicen que, cuando se nace mujer, se es discriminada desde ese momento, por lo tanto, ser mujer tiene una carga sexual, de género, pero también simbólica que nos pone en un lugar determinado de la sociedad y nos hace padecer desigualdades y discriminaciones diversas a lo largo de toda nuestra vida.

Ahora bien, cuando pienso en las mujeres trans, lo hago desde el corazón, lo hago desde la amistad y el cariño que me une a Rummie Quintero, una mujer trans feminista, que transita ese camino en un país en condiciones económicas tan adversas, en un pais latino, enfrentándose todos los días al machismo, a la discriminación más profunda,  y la veo, la siento, la abrazo en su brega diaria para que las personas trans se sientan bien, crezcan, no se encasillen, la siento en su profunda humanidad y entonces pienso en que ella es diferente a mi biologicamente y eso no nos hace ni contrarias, ni confrontadas, nos hace hermanas desde lugares diferentes. Yo soy mujer feminista y sueño con un mundo donde podamos existir desde otras lógicas que no son la competencia, ni el fraccionamiento, ni el poder. Entonces si, los feminismos tienen como sujeta política a las mujeres, y la lucha por el autoreconocimiento del género y sus derechos también tienen un lugar. Todas somos oprimidas por el Patriarcado, padre y no madre de la sociedad, castigador y castrador de libertades. No creo que, para crecer ellas, debamos decrecer nosotras, creo que simplemente, así como Rummie y yo podemos vernos, reconocernos, inclusive amarnos, acompañarnos y no invisibilizarnos, no tenemos porque darle el gusto al  Patriarcado poniéndonos sus oprimidas, oprimidos y oprimides, unas y unes contra otras y otres. Y saben que, yo no voy a hacerlo. 

El feminismo para mi y muchas de mis hermanas, esta arraigado en el amor, en la utopía por una sociedad de diferentes que no se igualan sino que se reconocen y se aman desde allí, entonces poco puede esta feminista mirar a otras, otros y otres, también en lucha por ser, sentir, pensar y actuar a su vera,  como enemigas, enemigos y enemigues, de este sueño posible que estamos construyendo de a poquito y de a mucho. Porque no hay una sola forma de creer, no hay una sola forma de ser, no hay una sola forma de reconocernos, hay muchas, miles, millones. Desde ese amor nos reconozco, todas, todos y todes.

Daniella Inojosa

Tinta Violeta

Octubre 2020

Daniella Inojosa | Antropóloga, activista feminista, miembra fundadora de Tinta Violeta.

 

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